stabilityConsciente o inconscientemente, todos tenemos miedo de caer. Eso explica la frase que coloquialmente usamos: “se me movió el tapete”… El mismo verbo “caer” no sólo se usa en el sentido físico (se cayó la persona, se cayó el florero), también es ampliamente usado en sentido figurativo (cayó en la trampa, cayó en depresión, cayó la mentira…). En todos los casos el acto de caer implica una pérdida de estabilidad. Al perderla, quedan mermados nuestra seguridad y nuestro sentido de confianza. ¡Cuán importante es para nosotros, principalmente cuándo se trata de la tierra que nos sostiene!

Un sismo tiene la capacidad de alterar el sistema nervioso de la persona. Ante el movimiento inesperado de nuestra base, el sistema nervioso simpático se acciona, precisamente para activar los músculos para resistirse a caer. De igual manera, entramos en modo alerta, ante algo desconocido que súbitamente atrapó nuestra atención, cómo un animal que instintivamente levanta la cabeza y voltea al captar un ruido extraño… Si el impacto ha sido lo suficientemente fuerte, puede dejar en nosotros un eco sutil de dicha reacción en nuestro sistema nervioso. Por ejemplo, es común quedar hipersensibles a ruidos que simulen sirenas o tronidos estructurales, o bien, puede permanecer en nosotros una sensación leve de que el piso se sigue moviendo.

Yo lo experimenté en los días pasados. Instintivamente sentí la necesidad de “hacer tierra” y lo primero que hice fue buscar una zona con tierra y pasto, quitarme los zapatos y calcetines para pararme ahí. El efecto restaurador fue instantáneo, pero aun así tuve que repetir el acto días después (o sea, hoy). De hecho, estando ahí decidí experimentar con diferentes movimientos, abrazando árboles y realizando mi práctica habitual de yoga ahí mismo, sin tapete, directamente en contacto con la tierra.

Con cariño te comparto los ejercicios que surgieron en mi, inspirados en Body Mind Movement y Yoga. Estos se trabajan a nivel físico, pero repercuten en todos los aspectos de nuestro ser: mente, emociones, espíritu.

Encuentra un espacio con tierra, pasto y árboles y con tus pies descalzos sobre la tierra y:

Sólo párate. Con la piel de tus plantas, percibe la humedad de la tierra y la textura del pasto. Permite que la sensación suba hacia el resto de tu cuerpo. En sentido contrario, relaja tu cuerpo y permite que su peso baje con facilidad hacia tus pies. Entra en una comunicación continua de entregar y recibir con la tierra.

Camina. Mientras lo haces, siente cómo tus articulaciones se activan, tobillos, rodillas, caderas, vertebras hombros, codos y muñecas. Siente cómo los brazos naturalmente se columpian. Todo el movimiento que percibes en tu cuerpo, sucede sin que tengas que pensarlo, como un mecanismo maravilloso del cuerpo que tiende siempre hacia el balance. Confíate en él.

Camina lento. Con cada paso que das, nota el proceso gradual de tu pisada, desde que apoyas el talón, el resto de la planta y los dedos. Mientras sucede eso, nota como el peso de tu cuerpo no sólo se traslada de atrás para adelante sino de un lado hacia el otro, como formando una diagonal. Cuando el peso queda completamente repartido sobre el pie que pisó, el pie de atrás recibe la señal de desprenderse con confianza, para activarse a dar el siguiente paso. Percátate de todo el proceso y maravíllate de tu mecanismo perfecto.

Abraza un árbol. Mientras lo haces, coloca tus pies firmes sobre la tierra y acerca tu pecho y vientre al árbol. Permite que la energía del árbol te aporte resguardo y con las plantas de tus pies, emula la forma en que las raíces del árbol crecen largas hacia la tierra para proveerle de estabilidad.

Túmbate boca abajo sobre el pasto. Por la parte de enfrente de nuestro cuerpo, corre nuestro sistema nervioso parasimpático, que es el que contrarresta al simpático (el que ha sido activado por el susto) y nos permite relajarnos. Permite que la energía misma de la tierra lo estimule.

Túmbate boca arriba sobre el pasto. Aprovecha el hecho de que estás en una posición en dónde la mayor parte de tu cuerpo puede tener contacto con el suelo. Cede todo el peso de tu cuerpo hacia la tierra. Es fácil hacerlo, ya que la distancia que el peso tiene que recorrer desde cualquier punto de tu cuerpo es relativamente corto. Cierra tus ojos y disfruta!

Practica posturas de yoga. Las posturas de pie como Tadasana (postura de la montaña), Uttanasana (flexión al frente), Triconasana (triángulo), virabhadrasana 1 y 2 (guerrreros 1 y 2), Parsvakonasana (extensión lateral doblando una pierna) o Prasarita Padotanasana (flexión al frente con piernas separadas) son ideales ya que incitan al sistema nervioso a captar y mandar señales a los músculos, tendones y ligamentos para encontrar balance en diferentes modalidades en las que ponemos a nuestro cuerpo. Si te sientes con más confianza, puedes intentar posturas que impliquen cierto giro en el torso o balance sobre un pie. En cualquier caso, procede lento, ya que estas pueden ser demasiado retadoras, si es que el susto permanece fuerte en ti. Puedes descargar un manual de posturas muy util aquí.

 

 

Medita. Si te sientas directo sobre el pasto es ideal!

¡Recupera tu sentido de estabilidad y disfruta!

Namasté.

Miriam Hamui

Autor: Miriam Hamui

Miriam practica yoga desde el 2001 y enseña desde el 2008. También es educadora somática certificada por la escuela de Body Mind Movement. Ella combina sensibilidad y experiencia para guiar a sus alumnos hacia la práctica introspectiva y el movimiento consiente. De su cuerpo nace su escritura, que a su vez, inspira de regreso a su enseñanza. Conoce sus clases, eventos y libros publicados en www.miriamyoga.com

CompárteloShare on FacebookTweet about this on TwitterPin on Pinterest
Tagged on:                             

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *