Relajar el cuerpoAnte la consigna, relaja tu cuerpo, ¿cuál es tu respuesta instintiva? Detente y piensa… ¿Moverías la cabeza? ¿Rotarías los hombros? ¿Sacudirías los brazos? ¿las piernas? ¿Girarías tu torso? Resulta bastante acertada la respuesta de mover el cuerpo para “aflojarlo”, finalmente el movimiento activa la energía interna, y al fluir, esta puede liberar regiones dónde la energía se ha estancado, o sea, dónde hay tensión.

Sin embargo, es común que la tensión regrese al poco tiempo de que cese el movimiento. Esto se debe a que el cuerpo tiene memoria y los órganos y músculos recuperan su estado original. Pero, ¿cómo desprogramar dicha memoria?

Afortunadamente el movimiento no es lo único que genera flujo de energía en nuestro organismo, también lo hace la respiración. El oxígeno que entra al organismo en una inhalación representa alimento, al tiempo que la exhalación es una forma de limpieza de desechos. Este proceso no sólo sucede a nivel pulmonar, sino también a nivel celular. En el caso del primero, el proceso es en forma de gases, mientras que  en el segundo, es en forma de fluidos (torrente sanguíneo). Es por esto que es posible relajar un músculo con sólo “dirigir” la respiración hacia la zona correspondiente.

Hasta aquí hemos visto dos formas en que la energía puede fluir para relajar: movimiento y respiración, pero existe un factor, que si no está presente en el proceso de relajar, difícilmente se logra la desprogramación de la memoria de músculos y órganos. A este factor le llamaremos integración de la mente.

La mente tiene poder instantáneo sobre el cuerpo. Todos tenemos forma de comprobarlo ya que lo hemos experimentado: la tensión de músculos y/o órganos a partir de un estado mental de preocupación, ira, obsesión, etc.  Si mientras movemos nuestro cuerpo o respiramos nuestra mente se ha desviado del acto para atender las historias de nuestros pensamientos (situación muy común hasta en el yogui más experimentado),  la relajación producida será momentánea y efímera.

La integración de la mente se da cuándo ésta, acostumbrada a dirigir el quehacer cotidiano, cede el protagonismo al cuerpo, para sólo observar sus procesos. En el caso del movimiento físico esto implicaría que la mente podrá poner la intención para posicionar el cuerpo de cierta manera (por ejemplo, balancearse sobre un pie), pero simultáneamente suelta sus expectativas o cualquier otra idea que pueda intervenir para dejar que el cuerpo ejecute a partir de su sabiduría inherente.

En el caso de realizar algún tipo de respiración para producir un estado relajado, la mente nuevamente puede poner la intensión del ejercicio, sin embargo es preciso que se disponga a sólo observar la forma en que la respiración, inherentemente natural e involuntaria se acomoda a la propuesta. Esto es integración y a la vez, es la esencia del pranayama o control de la respiración.

Esta cualidad de mente testigo se puede llevar más allá de una práctica deliberada de movimiento o respiración y ser extrapolada a nuestro quehacer cotidiano: por ejemplo, es posible relajarse mientras se está lavando trastes o al vestirse. Si la mente observa el movimiento del cuerpo y el acomodo de la respiración simultáneamente, el efecto de la actividad cambia por completo. Inténtalo.

Aunque es sabido que mente y cuerpo son dos aspectos íntimamente relacionados del mismo ser, integrar la mente con el cuerpo requiere de un esfuerzo: el esfuerzo de no hacer nada y sólo dejar ser. ¡Eso es relajar, en el amplio sentido de la palabra!

Miriam Hamui

Autor: Miriam Hamui

Miriam practica yoga desde el 2001 y enseña desde el 2008. También es educadora somática certificada por la escuela de Body Mind Movement. Ella combina sensibilidad y experiencia para guiar a sus alumnos hacia la práctica introspectiva y el movimiento consiente. De su cuerpo nace su escritura, que a su vez, inspira de regreso a su enseñanza. Conoce sus clases, eventos y libros publicados en www.miriamyoga.com

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