¿Te has puesto a pensar acerca de por qué tendemos a insistir en lograr una postura de yoga, dominar la respiración o ser capaces de sentarnos quietos por un tiempo determinado? Al final del día da exactamente lo mismo si nos balanceamos sobre la cabeza o no. Nada cambia en nuestras vidas. Pero aún así, el impulso existe. ¿De dónde nace?
Desde el momento en que nacemos, es nuestro cuerpo el que nos otorga la primera evidencia de que existimos en este mundo. Nuestra piel percibe el cambio de temperatura y de ambiente, que pasa de ser fluido y cálido a ser gaseoso y frío. Instantáneamente surge el impulso de ingerir la primera bocanada de aire mediante el llanto. Todo es diferente y el cuerpo lo registra y se trastorna… Mucho antes de interactuar con el primer individuo de nuestra vida, lo hacemos con nosotros mismos, con todos los aspectos de nuestro ser: cuerpo mente, espíritu. Estamos solos y deliberamos por nosotros mismos.
A pesar de que a lo largo de nuestras vidas se producen múltiples y aún más complejas conexiones con otros seres y con nuestro entorno, nuestras deliberaciones de origen siguen sucediendo; seguimos solos en las decisiones que tomamos, en nuestras sensaciones y percepciones.
El yoga nos recuerda de ese estado de soledad perpetua que subyace nuestro existir. La respiración, que atendemos mientras nos movemos o cuándo sólo nos sentamos, es parte del mismísimo hilo de inhalaciones y exhalaciones que se originó en ese momento que por primera vez ingresó oxigeno a nuestros pulmones, afectándonos para siempre.
Ahora bien, tanto en la vida como a bordo de un tapete de yoga, seguiremos deliberando por nosotros mismos, todo a partir de lo que captamos. Seguimos solos. Es acertado proveernos de información externa para nuestro análisis, pero tal información debe ser procesada y filtrada por ese ente interno que simplemente somos nosotros mismos en esencia. De esta manera, nuestras decisiones siempre serán exclusivamente nuestras y es así como reclamamos el papel protagónico de nuestras vidas, en lugar de ser arrastrados por las circunstancias.
Nuestras deliberaciones a bordo del tapete son las que nos preparan para abordar las situaciones más complejas que arroja la vida. Sobre el tapete nos enfrentamos con situaciones básicas como el miedo a lo desconocido, cuándo intentamos llevar el torso y la cabeza hacia atrás en un arco, por ejemplo, o el primordial miedo a la muerte, cuándo sostenemos la exhalación por unos instantes… Así, hay miles de ejemplos de vida que se ensayan a menor escala cuándo nos sumergimos en la experiencia del yoga. Es por esto que la práctica siempre se nos presentará como un reto, el cual nos motivará a probarnos y descubrirnos a nosotros mismos. ¿A poco no conviene invitarlo?
Autor: Miriam Hamui
Miriam practica yoga desde el 2001 y enseña desde el 2008. También es educadora somática certificada por la escuela de Body Mind Movement. Ella combina sensibilidad y experiencia para guiar a sus alumnos hacia la práctica introspectiva y el movimiento consiente. De su cuerpo nace su escritura, que a su vez, inspira de regreso a su enseñanza. Conoce sus clases, eventos y libros publicados en www.miriamyoga.com