unknownQuizá sea un tema trillado, maestros lo siguen reiterando, aún así, la mayoría de los practicantes de yoga se han acomodado en sus grupos y han pasado por alto la importancia de sostener una práctica personal. Incluso, ciertos maestros tampoco la mantienen y sólo se limitan, en el mejor de los casos, a impartir sus clases y asistir a otras clases para reforzar su propia práctica.

¿Por qué sucede esto? ¿Qué pasa cuándo se queda uno, cara a cara con sí mismo, parado sobre su tapete?

La realidad es que estamos acostumbrados a que alguien más nos de instrucción sobre qué hacer. Desde niños, nuestros padres y maestros nos indicaron cómo proceder y cuál sería la siguiente tarea. Esta dirección se la adjudicamos posteriormente a jefes de trabajo. Incluso, en momentos de vida en dónde hemos tomado las riendas para formular nuestras propias propuestas y tomar nuestras propias decisiones, nunca ha faltado la necesidad de acudir a alguna autoridad para recibir asesoría.

Todo ello es válido, e incluso deseable. No vivimos en un vacío, afortunadamente existe el otro para aprender de él, y más aún, para vernos reflejados a nosotros mismos y así conocernos más.

Pero el yoga tiene un sentido opuesto. Aunque nos asistimos de maestros, gurus y sanghas (grupos de estudio) para aprender las bases y recibir retroalimentación, el camino del verdadero yogui es solitario.

El yogui, en esencia, busca la auto realización. Para ello, hay muchos obstáculos que vencer a lo largo del camino: miedos, apegos, ignorancia y la visión limitada del ego. Las posturas, los ejercicios de respiración y los momentos donde sólo nos sentamos con los ojos cerrados, no se limitan a liberarnos del estrés y hacernos sentir bien temporalmente. Lo que estamos haciendo con nuestra práctica es procurar un cuerpo saludable y una mente atenta, precisamente para eliminar el ruido excesivo, físico y mental, y así poder conocer las sutilezas de las que estamos compuestos.

Claro que podemos participar de una clase grupal y a la vez conservar nuestro enfoque interno, eso sería lo deseable. Sin embargo, si quisiéramos mirar de frente nuestros obstáculos para poco a poco desmantelarlos y trascenderlos, necesitamos echarnos el clavado; necesitamos pararnos solos sobre nuestro tapete y crear una práctica de nosotros para nosotros.

En principio, abordar esta contienda puede resultar abrumador. La primera pregunta que surge es, ¿y ahora, qué hago? ¿cómo me dirijo yo solo? Y luego hay que agregar el silencio propio, que honestamente no es ningún silencio, los pensamientos pasan a un primer plano a falta de una voz que nos esté indicando qué hacer y cómo. Pero eso es precisamente lo que nos toca presenciar, nuestro propio caos. Hay que conocerlo para aceptarlo. Sólo así podemos compasivamente ayudarnos a crear las condiciones para que nuestro alboroto mental se asiente y entonces podamos mirarnos a nosotros y a nuestro entorno con mayor objetividad.

¿Cómo empezar? Contar con un maestro particular o uno que maneje un grupo lo suficientemente pequeño para observar a cada uno de sus alumnos, sería lo ideal. Sin embargo, con sólo haber tenido cierta experiencia previa de algunas clases grupales o videos para conocer un poco el material, es posible iniciarse con la práctica propia, incluso se pueden sostener ambas prácticas, con y sin instrucción, simultáneamente. Aquí te expongo algunos consejos para que te inicies ya.

Escoge una hora del día y un lugar fijo en tu casa para realizar tu práctica. Considera ese tiempo y espacio como tu santuario, procura que esté libre de distracciones.

Siempre comienza cerrando tus ojos unos minutos. Lo puedes hacer sentado o de pie. Esto te ayudará a establecer tu espacio interno y a tomar nota de tu estado general. Registrar el punto de partida te ayudará a hacerte consiente de tu progreso.

Es importante que tu práctica incluya algo de conciencia de tu respiración. Existen ejercicios específicos dentro del yoga (pranayama), pero estos sólo deben practicarse bajo la instrucción de un maestro competente o cuándo ya se hayan afianzado lo suficiente para practicarse por cuenta propia. Aun así, el sólo observar la respiración natural por unos minutos, ya sea sentado o acostado, constituye un ejercicio seguro y muy poderoso. Los efectos en la mente son contundentes.

Para realizar tus posturas (asanas), es muy útil comenzar con saludos al sol. Estas son secuencias que se hacen habitualmente en clase y ayudan a movilizar todas las articulaciones y a despertar la energía del cuerpo. Entre 3 y 5 rondas es un buen número.

Incluye posturas de pie en tu sesión. Estas son fáciles de realizar y relativamente seguras, además de que se trabaja el cuerpo de forma completa y balanceada. Algunas de ellas son: la flexión al frente, el árbol, el triángulo, los guerreros 1, 2 y 3, etc. Puedes consultar el repertorio completo en algún manual de posturas o en línea. Si has aprendido alguna secuencia de estas posturas en clase, ¡utilízala!

Para realizar posturas de otros grupos asístete de manuales o de los que recuerdes de tus clases, pero asegúrate de haberlas aprendido bien previamente con la guía de un maestro.

Siempre termina con savasana. Esta es la postura de relajación que se realiza al final de cada sesión. Consiste en acostarse boca arriba, con las palmas mirando al cielo y las piernas ligeramente separadas. Es aquí dónde el cuerpo se re establece y se graban los efectos de la práctica. Un periodo de aproximadamente 5 minutos es ideal.

Ante todo, mantén tu práctica simple y agradable. Esto te ayudará a desarrollar un gusto por ella, además de que reduce el riesgo de que desistas. Recuerda que no practicas para nadie mas que para ti mismo, ¡así es que trátate bien y disfruta!

Como nota final, quiero enfatizar que no son los ejercicios que eliges los que te llevan a trascender, sino la forma en que te estudias mientras los realizas. Tu práctica es un reflejo de la forma en que te manejas en la vida fuera del tapete, así es que tu auto observación se extenderá y te rendirá información muy valiosa.

¡Te deseo un camino lleno de satisfacciones!

Miriam Hamui

Autor: Miriam Hamui

Miriam practica yoga desde el 2001 y enseña desde el 2008. También es educadora somática certificada por la escuela de Body Mind Movement. Ella combina sensibilidad y experiencia para guiar a sus alumnos hacia la práctica introspectiva y el movimiento consiente. De su cuerpo nace su escritura, que a su vez, inspira de regreso a su enseñanza. Conoce sus clases, eventos y libros publicados en www.miriamyoga.com

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